
En medio del árido desierto de Atacama, allí donde la existencia parece una quimera, se levanta el imponente cerro que en la próxima década albergará el Telescopio Europeo Extremadamente Grande, E-ELT, el mayor ojo que desde la Tierra rastreará el Universo en busca de vida en otros mundos. Ese gran telescopio, que captará una inversión de 1.055 millones de euros, es el próximo proyecto de gran magnitud en el que se ha embarcado el Observatorio Austral Europeo (ESO), que engloba a catorce países europeos y a Brasil. "Debemos buscar otra Tierra. Esta es nuestra mayor oportunidad para descubrir vida extraterrestre", revela el astrónomo belga Henry Boffin. Pero las expectativas van mucho más allá.
"Con este telescopio esperamos ver cosas que no podemos imaginar ahora", augura este científico que trabaja en el observatorio que la
ESO posee en el cerro
Paranal, en el norte de
Chile, donde lleva otros proyectos colosales. Desde allí se puede divisar, a unos veinte kilómetros de distancia, el cerro
Armazones, elegido por la
ESO en
abril de 2010 como el escenario idóneo para instalar el
E-ELT, que también era codiciado por las
Islas Canarias (España). Hasta el momento, sólo una pequeña carretera de tierra surca la falda de esa agreste montaña, de
3.060 metros de altura sobre el nivel del mar, en cuya cima se abrirá ese inmenso ojo, compuesto por cinco espejos. El espejo primario, que según el diseño inicial iba a tener
42 metros de diámetro, medirá finalmente
39,3 metros, similar al ancho de un campo de fútbol, y estará compuesto por unas mil piezas hexagonales.
"Va a ser cinco veces más grande que los telescopios que están actualmente operativos. Eso quiere decir que vamos a tener veinticinco veces más luz y cinco veces más de detalle del que podemos obtener con los telescopios actuales", resalta
Henry Boffin. Pero uno de sus principales avances será la incorporación en el propio
E-ELT de la óptica adaptativa, que en la mayoría de los telescopios se aplica sólo en los instrumentos anexos, aquellos que permiten procesar y analizar la luz que captan los espejos. Esa técnica permite contrarrestar en tiempo real las aberraciones que la atmósfera terrestre provoca en la luz. Los astrónomos se beneficiarán además de un diáfano cielo, con más de
330 noches despejadas al año. Además, la cercanía a
Paranal permitirá integrar ambas instalaciones, hasta el punto de que el
E-ELT se operará desde la misma sala de control. Una vez elegido el diseño y el emplazamiento, sólo queda que el
Consejo de la ESO decida en
diciembre si aprueba financiar este astronómico proyecto, aunque todo apunta a que no dará marcha atrás. Si el
E-ELT supera ese trámite, se espera que su construcción comience en
2012 y sea operativo
10 años después. A partir de ese momento, con el
E-ELT todo puede ser posible. Más aún porque es muy poco lo que actualmente se conoce del
Universo.
"Por el momento del Universo sabemos que no conocemos gran cosa. Sabemos que el 95 % del Universo es totalmente desconocido. Hay un 25 % que está constituido de materia oscura y 70 % que está constituido de energía oscura.
En los dos casos, no tenemos absolutamente ninguna idea de lo que es. Por lo tanto, conocemos solo el 5 % del Universo. Con el E-ELT esperamos conocer justamente ese 95 % restante", apunta
Henry Boffin. El enorme ojo terrestre se servirá de las imágenes de otras lejanas galaxias que capte el telescopio espacial
James Webb (JWST), el sucesor del
Hubble, cuyo lanzamiento está previsto para
2018. Al hacer zoom sobre ciertos puntos del cosmos, el telescopio permitirá también ver con más detalle agujeros negros como el que se encuentra en el centro de nuestra galaxia, la
Vía Láctea, e incluso medir directamente la aceleración de la expansión del
Universo. Pero uno de sus cometidos principales será la detección y el análisis de nuevos
exoplanetas, como se conoce a aquellos que orbitan alrededor de una estrella diferente al
Sol, con el propósito de hallar incluso
vida extraterrestre.
"Con el E-ELT lo que esperamos hacer es la fotografía de otra Tierra que se encuentre alrededor de otra estrella como el Sol, ver si efectivamente se parece a la nuestra" y si, por ejemplo, hay agua en su atmósfera, explica
Boffin. Sin embargo, este astrónomo se muestra cauto. Según dice,
"aún estamos lejos de decir que no estamos solos en el Universo". Ahora, el
E-ELT se encargará de descifrar el misterio.
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